La actriz retirada de la pantalla, es famosa por su simpatía y su amabilidad hasta que le recuerdan su incursión en el cine erótico
Dicen que en las redacciones de Hollywood en el top five de “actrices que amamos entrevistar” figuraba la bonita Cameron Díaz. Es que la muchacha con ojos de cielo y cuerpo de infierno era garantía de pasarla bien en cualquier nota. Los periodistas la querían no solo por su belleza evidente, también por una personalidad entre dulce y pícara, elegante y guarra, celebridad y vecina de al lado que la convertían en una criatura sencillamente adorable.
Cameron solía empezar sus entrevistas sentada como una lady y sonriendo como una diosa, pero cuando lo esperable era que realizara declaraciones acerca del maravilloso reto que representó su último trabajo, el honor que fue trabajar con tal director y lo compenetrada que vivió tal escena, la actriz largaba una risotada, lanzaba un insulto o sencillamente eructaba más como ebrio en un bar de cuarta que como una celebridad del Primer Mundo.
En la misma charla, la rubia podía pasar de contar su infancia solitaria -aprendió a usar el lavarropas a los cuatro años porque sus padres pasaban mucho tiempo fuera de casa- contar un chiste que haría enrojecer a Jorge Corona a declarar sincera que su comida favorita no era el sushi sino la miga de pan frita. Cierta vez un periodista con más ínfulas de inteligente que inteligencia, le preguntó cuál era su idea de tortura. Cameron hizo silencio, puso cara de solemnidad para luego responder que la peor tortura que se podía imaginar consistía en ser atada a una silla y obligada a escuchar canciones de Mariah Carey durante toda la eternidad.
Fue esta combinación de princesa y guarra que hizo que cuando le ofrecieran representar una de las escenas más escatológicas del cine actual, lejos de escandalizarse a ella le pareciera una genialidad. El que vio Locos por Mary ya sabe a qué nos referimos. Su personaje se encuentra con el de Ben Affleck y se pasa por su flequillo un líquido pegajoso que cree es un fijador y en realidad es semen. Al leer el guión su agente le dijo que estaba loca, que todos se reirían de ella (y no con ella, obvio) y que si aceptaba la despediría. Pero Cameron desoyó sus consejos y esos minutos de pantalla se convirtieron en risa y leyenda.MEDINA
Comentarios